ISAAC SUÁREZ
Actualizado
Tal día como hoy de hace un año, aún permanecía inmovilizado, con su pierna escayolada, después de haber sido intervenido el 7 de agosto de 2023 de la fractura de peroné y la luxación de tobillo que le había provocado una desmesurada entrada del entonces jugador del Burgos, Matos, en un amistoso que el Alavés disputaba en Briviesca. Doce meses después, es uno más de los jugadores concentrados a las órdenes de Scaloni para vivir su debut como internacional absoluto de Argentina. Una historia de superación que sólo se explica con el gen Simeone, pero que lleva el nombre propio de Giualiano. El fichaje impagable que el Atlético tenía en casa.
"El fútbol son retos y me tocó uno desafortunado que no esperaba, pero lo afrontaré con la misma determinación, para superarlo de la mejor manera", advertía aún desde la cama del hospital al día siguiente de que el prestigioso doctor Mikel Sánchez procediera a una operación con un tedioso plazo de recuperación destinado a prolongarse entre cuatro y seis meses. Antes de cumplirse el quinto, el 2 de enero, Giuliano volvía a los terreno de juego para disputar los últimos 20 minutos del 1-1 en la visita a la Real.
No se trataba de su debut en Primera porque dos temporadas antes, cuando ejercía de Pichichi en el filial que junto a Tevenet comenzaría a reflotar desde la quinta categoría del fútbol español, El Cholo ya le había permitido cumplir el sueño del recogepelotas que celebraba los goles abrazado a su padre en la banda del Calderón disputando unos minutos frente al Granada. Pero como si lo fuera, pues la cesión al Alavés pactada poco antes del desgraciado lance que le tenía preparado el destino debía ser la prueba de fuego para que Giuliano diera otro paso más tras su brillante estreno en Segunda con el Zaragoza (30 partidos de Liga, (nueve goles y tres asistencias en sus 38 apariciones ligueras) y demostrara que era mucho más que el hijo menor de Simeone.
Le bastaron cuatro meses, pues después de un metódico trabajo en la sombra, primero en el Cerro con los fisios del Atlético y después en Vitoria con los del Alavés; unas tediosas e interminables horas de gimnasio y rehabilitación afrontadas de manera concienzuda y, sobre todo, tras evidenciar día a día su fe y el convencimiento de que iba a volver más fuerte, Giuliano conquistaría Mendizorroza (exhibición para merendarse al Atlético incluida) y se convertiría en uno de los nombres propios del final de el último ejercicio de LaLiga.
Un cholista de cuna
Más allá de su gol y dos asistencias en los apenas 628 minutos que podría disfrutar de albiazul, la fulgurante irrupción de Giualiano en la élite también llamaría la atención de Mascherano, que no dudaría en convertirlo en la gran novedad de la lista de Argentina para disputar los Juegos Olímpicos. En París, al tiempo que ponía de su parte para convencer a Julián Alvarez de que su sitio estaba en el Atlético que siente como suyo desde que vino al mundo en Roma, cuando El Cholo se convertía en mito también de la Lazio, el pequeño Simeone también dejaría su huella, con gol incluido en su debut.
Tanto sería el impacto de Giuliano que la idea de que volviera a foguearse en Vitoria, donde Luis García le esperaba con los brazos abiertos de par en par, quedaría obsoleta de un plumazo. Poco más tenía que demostrar ya. Y entre los Samu Omorodion (al que acabaría relegando al banquillo en el Alavés), Carlos Martín y demás opositores a ganarse una plaza en la primera plantilla del Atlético, ninguno iba a saber interpretar mejor el rol de conseguir dar la vida por mínima que fuera la oportunidad. Aunque tuviera que renunciar prácticamente a sus vacaciones, siguiendo los pasos de su padre cuando encadenó consecutivamente el Doblete, la Copa América y su medalla en los Juegos de Atlanta 96.
En San Mamés, tras tres partidos en el banquillo como un león enjaulado, confirmaría las expectativas en poco más de cinco minutos: salió a comerse el verde, erigirse en un dolor de muelas para el Athletic y a empujar junto a Sorloth y Correa hacia el triunfo. Su manera de entender la vida, la pasión con la que se ha criado, el esfuerzo innegociable del que se ha empapado en casa. El mejor representante, como no podía ser de otro modo, del Cholismo, para felicidad del Atlético y de Argentina, donde tampoco están dispuestos al lujo de renunciar a lo supone contar con un Simeone. De hecho, nadie esperaba al padre en su tercer Mundial (2002) tras romperse el cruzado apenas ocho meses antes, del mismo modo que nadie habría podido imaginar hace un año dónde estaría hoy su hijo. Sin embargo, son otra estirpe, cada paso por el quirófano sólo es un paso previo a un regreso por todo lo alto. Así se explica una gesta de Giuliano descifrada desde su ADN.
